martes, 15 de agosto de 2017

El litigio climático y los DESCA: una tarea urgente para abogados y jueces

El desarrollo normativo nacional para abordar eficazmente tanto las causas subyacentes como los efectos del cambio climático, no evolucionan al ritmo deseado. Del mismo modo las políticas de mitigación y adaptación al cambio climático marchan lentamente y a menudo, establecen objetivos fundados ​​más en su viabilidad política, que en la comprensión científica de lo que debería hacerse para alcanzar la meta de estabilizar el clima a un nivel aceptable.
En el ámbito internacional por el contrario, el progreso es mucho más patente. En el marco del Acuerdo de París, las contribuciones determinadas a nivel nacional, representan públicamente las políticas climáticas de cada país y sus acciones para reducir las emisiones y adaptarse al cambio climático en numerosos sectores, como por ejemplo, la descarbonización de la energía apostando por la energía renovable, mejoras en la eficiencia energética, una mejor gestión de la tierra, la planificación urbana y el transporte.
En consonancia con ese avance, el Acuerdo de París constituye, sin lugar a dudas, el arma más potente que refuerza la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible.  En este sentido, el Acuerdo proporciona un predicado legal crucial para empujar a los gobiernos a implementar leyes orientadas a combatir el cambio climático. De hecho, hasta el momento de su ratificación, ninguna otra herramienta internacional trataba tan profundamente el problema de coordinación de la acción internacional sobre las emisiones de GEI.
En definitiva ese acervo normativo sobre el cambio climático, complementado por normas constitucionales generales de protección de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA), así como los diferentes acuerdos, convenciones y jurisprudencia de cortes y tribunales nacionales e internacionales, está siendo utilizado por ciudadanos y organizaciones no gubernamentales para demandar a sus gobiernos por los incumplimientos y las violaciones de los DESCA.
La última década ha sido crucial en la construcción de ese acervo normativo, que como un Ius Comune sobre el cambio climático, se levanta en especificidad e importancia, creando y reconociendo nuevos derechos y deberes que animan a la profundización del litigio climático.
Las demandas y reclamaciones judiciales y administrativas, plantean diversos temas que afectan los derechos fundamentales de los individuos y la igualdad intergeneracional, así como el equilibrio de poderes entre las ramas judiciales, legislativas y ejecutivas, creándose tensiones que el poder judicial deberá afrontar de modo transitorio hasta que la conciencia colectiva y el compromiso de gobernar una sociedad sostenible sea una realidad. Mientras esto ocurre, es bastante probable que el litigio climático continúe su curva de crecimiento.  Creemos que esa madurez está siendo alcanzada en algunos países desarrollados donde se concentran la mayoría de los litigios sobre el cambio climático vinculados a violaciones de los DESCA.
Un estudio sobre el estatus de los litigios sobre cambio climático publicado por el Programa del Medio Ambiente de las Naciones Unidas en mayo de 2017, revela que al menos en 25 países se han presentado más de 800 demandas, de las cuales 654 corresponden a los Estados Unidos de Norteamérica, que casi triplica el número de juicios y reclamaciones administrativas del resto del mundo. Australia y Reino Unido con 80 y 49 casos, se ubican en el segundo y tercer lugar, como puede apreciarse en la siguiente gráfica.
Gráfica No. 1 Litigios por países
  

Los litigantes y los tribunales en el Sur Global, apenas están comenzando a hacer uso de las crecientes teorías de litigios sobre el cambio climático. Esta realidad podríamos tomarla como un indicador de que existe mayor interés en luchar contra el cambio climático en sociedades donde las instancias judiciales son más garantistas, o donde el interés en la lucha contra el cambio climático ha ido aumentando debido a los altos niveles de industrialización y de contaminación por efecto de las altas emisiones de gases de efecto invernadero.
El Atlas de Justicia Ambiental, un proyecto desarrollado por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), da cuenta en la actualidad de un total de 2.100 conflictos socio ambientales en todo el mundo. Los casos que aparecen descritos en el Atlas y que se muestran infra en la gráfica No. 2, han aumentado significativamente en Asia, concretamente en India, China, Bangladesh, Pakistán e Indonesia, pero además en África, focalizados la gran mayoría en Egipto, Etiopía, República Democrática del Congo, pero también en Centro y Suramérica.



Gráfica No.2. Atlas de conflictos ambientales




El Atlas muestra que el incremento de los conflictos ecológicos se encuentran vinculados a la demanda de combustibles fósiles para alimentar el engranaje del crecimiento económico mundial.  Se busca oro, cobre, hierro, coltán, carbón, Petróleo y Gas u otros minerales en lugares del planeta donde antes no se habían extraído. En la medida en que se van topando los límites biofísicos del planeta, ya sean geológicos o ecológicos, los litigios se vuelven más intensos en las zonas con recursos aprovechables, afirma el filósofo y ensayista Jordi Pigem. Del mismo modo el catedrático de la UAB Joan Martínez Alier, director del proyecto Atlas de conflictos ambientales, afirma que "las comunidades que reciben el mayor impacto de esos conflictos son pobres, a menudo indígenas, y no tienen el poder político para acceder a la justicia ambiental". El estudio revela que "las injusticias medioambientales involucran principalmente a los estados y las empresas de los países de la OCDE, con participación creciente de los países BRICSs y otros”.
Aun cuando Asia concentra la mayor cantidad de conflictos ambientales, Suramérica está desbordada de norte a sur, siendo la minería, la extracción y operación de combustibles fósiles y el manejo del agua para centrales hidroeléctricas, las principales actividades. El panorama es desolador y las heridas causadas al planeta y las violaciones de los derechos humanos, encuentran en el litigio la posibilidad de enfrentar los conflictos ambientales, aunque su resultado dependerá de la audacia de los abogados y la firmeza de los jueces y el poder judicial en general.
Tal como lo señaló Ari S. Garbow, abogado general de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos en 2015, "La abogacía tiene un papel fundamental que desempeñar en el fortalecimiento y la creación de leyes y las políticas necesarias para garantizar una respuesta equitativa al cambio climático. Nosotros no podemos resolver la crisis climática sin ustedes los abogados del mundo".

Manos a la obra!!

viernes, 4 de agosto de 2017

Prohíben en Alemania la circulación de autos diesel

El viernes 28 de julio de 2017, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo de Stuttgart, Alemania, pidió una rápida prohibición de la circulación de vehículos diésel en esa ciudad.

En su sentencia, el juez Wolfgang Kern le dio la razón a una demanda presentada por la organización Deutsche Umwelthilfe (Ayuda para el Medio Ambiente alemán), que pedía prohibir la circulación de coches diesel a partir del 1 de enero de 2018, con un argumento que sobresaltó a los las grandes firmas. El juez Kern, sentenció que la protección de la salud de los habitantes tiene prioridad sobre los derechos de los propietarios de vehículos diesel.

La sentencia del Tribunal de lo Contencioso Administrativo hizo creer al Gobierno y a las centrales de la industria automotriz que la decisión de Stuttgart podría crear un precedente para otras ciudades alemanes donde la emisión de dióxido de nitrógeno ha sobrepasado todos los límites permitidos como es el caso se Berlín, Hamburgo, Múnich, Frankfurt, Bonn, Colonia entre otras, donde ya existen demandas presentadas por la Deutsche Umwelthilfe.
“Queremos mejorar la tecnología diésel en lugar de prohibirla. Una prohibición sería un autogol político del medio ambiente”, indicó Dieter Zetsche, consejero delegado de Daimler AG.

La prohibición para la circulación de unos 15 millones de vehículos diésel es peor que una espada de Damócles para la industria y para el Gobierno. Al menos unos 600.000 puestos de trabajo dependen de la fabricación de coches diésel y si la justicia admite las demandas que ya han sido presentadas en 16 grandes ciudades, el descontento de unos 15 millones de propietarios se puede volcar en las urnas el próximo 24 de septiembre.

“Hemos exigido a la industria automotriz una nueva cultura de responsabilidad. Las prohibiciones solo se pueden evitar con una clara reducción de las emisiones tóxicas”, precisó el ministro de Transporte, Alexander Dobrindt.

La crisis de la tecnología diésel en Alemania se inició el 15 de septiembre de 2015 cuando Volkswagen admitió haber utilizado un software ilegal para manipular la emisión de gases tóxicos en unos once millones de unidades con motores diésel, un escándalo que acabó con la exitosa carrera de Martin Winterkorn, el consejero delegado de Volkswagen con la del patriarca Ferdinand Piech. Peor aún, el Dieselgate puso en entredicho la impecable imagen que tenía la industria automotriz alemana en el mundo y despertó el recelo en el país.


Hace dos semanas un nuevo escándalo terminó de arruinar la imagen de firmas tan emblemáticas como Porsche, Audi, BMW y Daimler AG cuando la revista Der Spiegel reveló que habían formado un cártel para burlar las leyes que rigen la competencia, una asociación ilegal que funcionó durante casi 20 años.


Transición Energética 4.0. Un Enfoque Multidimensional para la Justicia Climática y los Derechos Humanos

La Transición Energética 4.0 va más allá del simple reemplazo de fuentes energéticas para generar energías libres de emisiones, posicionándo...